sábado, 24 de marzo de 2007

32. 21 días

Si sintonizamos con este compás, al igual que cuando lo hacemos con una frecuencia determinada a través de la radio, nos movemos realmente en el modelo energético de la unidad. Reconocemos en todo la perfección divina. Perdemos toda sensación de separación y la necesidad de explicaciones correspondiente. Todo está interconectado, porque te has enfocado conscientemente en lo que hay de esencial en nosotros y en todo. Por este motivo, las partículas correspondientes son atraídas de forma continua a través de la ley de la resonancia hacia tu campo energético, con el fin de reflejar tu estado de consciencia ampliado.


Segundo día. 2 de la Luna Resonante.[1]

Todo tranquilo, nuevo. He escrito a Julián retrasando lo de Sitges para comienzos de primavera. Se me están ocurriendo muy buenas ideas para estos retiros en la naturaleza.
Cuando vuelva a la civilización y a Internet mandar un mail a Alix proponiéndole que venga a enseñar el reiki. Gonzalo enseña el jo.

Mañana es el tercer día en el proceso de Esther.


Tercer día. 3 de la Luna Resonante.[2]

Las diez y cuarto de la mañana. Me he levantado aun de noche, he hecho zazen, sampai. Luego he ido a por leña y a por agua. Y he salido a dar un paseo, con luz pero con el sol aun oculto.
Anoche estuve leyendo a Jasmuheen. Voy a transcribir aquí una parte de su libro y espero que os ayude como a mí me está ayudando. Ahí va:

El yoga de la vida sempiterna
Vrishna Samadhi (Soruba)
De Acharaya Leonard Orr Raja.

La meta más alta del yoga es el yogui inmortal. Éste es señor de su alma, espíritu y cuerpo. Los yoguis inmortales pueden sobrevivir y llevar una existencia de completa felicidad, sin alimentación y sin el confort de la civilización que la mayoría de las personas consideran como algo esencial para la supervivencia y el bienestar. El yogui inmortal es libre, completamente libre.
Para las personas que reflexionan sobre este tema, esta es la meta de la existencia humana.
Los yoguis inmortales son los amos de la tierra, el aire, el agua y el fuego. Dominan la muerte, el tiempo y el espacio. Desarrollan un cuerpo de luz que pueden desmaterializar, trasladar con la rapidez del pensamiento y rematerializar. Son los maestros de la humanidad. Enseñan más con su ejemplo que a través de la lectura y la escritura. Son dueños de su espíritu y de sus emociones. Las prácticas de yoga que admiten la muerte sólo son la sombra del yoga de la vida eterna. El yoga de la vida sempiterna y de la completa maestría es tan sencillo que, cuando lo conozcas, te sorprenderá no haberte dado cuenta antes.
Para el mundo occidental, Jesús es el ejemplo más conocido del yogui inmortal. Jesús pasó media vida en la India y estudió con los inmortales. Su actividad en occidente sólo duró unos tres años y, tras de si, no dejó muchos conocimientos, a menos que añadamos “El Evangelio Esenio de la Paz”, que indiscutiblemente se escribió después de la resurrección.
Después de estudiar la Biblia durante 22 años y aprender todo lo que me fue posible, se me apareció el Ángel de Dios y me exhortó a ir a la India para estudiar con los inmortales. En el año 1977, me encontré con mi primer yogui inmortal. Desde entonces he conocido otros ocho más. Para interesarme, tienen que haber pasado al menos 300 años en el mismo cuerpo. La mayoría de los maestros de la inmortalidad física ya se han ido. Sólo se puede hablar de inmortalidad física si una persona ha conservado su cuerpo en buen estado durante 200 años o más.
A continuación, se describen los puntos más importantes del yoga de la vida sempiterna; es el denominador común de todas las prácticas de los inmortales que he encontrado. Quiero realzar que estos puntos primordiales no son estimulantes a nivel intelectual. Se trata de ejercicios. No hay que estudiarlos. Son algo que se hace. Son como el agua que fluye, el fuego que arde, el viento que se mueve o la tierra que continuamente cambia y nutre. Los yoguis inmortales que hacen estos sencillos ejercicios siempre están activos y despiertos. Es la base de la vitalidad personal. La inmortalidad física es calidad de vida, no cantidad.
Para mí, la existencia humana sin la meta de la maestría total es aburrida y no tiene sentido. Estudiar a los inmortales es la cuestión esencial de mi vida. Me sorprende que la gente que lleva una vida superficial y luego tiene que morir esté satisfecha.
En sánscrito[3] existe la palabra “Vrishvahan”. Significa poseer un cuerpo de luz inmortal e indestructible que se puede transformar, desmaterializar y rematerializar a voluntad. “Soruba” es una palabra tamil con el mismo significado: tener un cuerpo perfecto en el que el alma, el espíritu y el físico se integran por completo. Con la ayuda de los ejercicios básicos aquí descritos, el alma alcanza un elevado nivel de dominio sobre el cuerpo. Algunas personas necesitarán practicar durante décadas, otras, durante siglos. El yoga de la vida sempiterna será sencillo, pero no superficial.
Los secretos de los grandes yoguis inmortales de la India son tan simples y claros que los filósofos no los ven.
La eterna sadhana (ejercicio, práctica) de Shiva está integrada en la cultura india. Como fui educado en los Estados Unidos y me convertí en un científico cristiano-evangélico, puede que fuese más fácil para mí ver lo evidente que para las personas nacidas en la India. Yo he tenido el privilegio de estudiar a Shiva (Goraknath) Haidakhan Baba. En la Biblia se le conoce como el Ángel del Señor, en forma humana es ABBA, el padre eterno de las plegarias de Jesús al Señor. ABBA es la palabra para padre en el nuevo testamento griego. Es un diminutivo de Baba en sánscrito. Jesús vivió nueve años en la India con Babaji, el Ángel del Señor.
Aire, fuego, agua y tierra son los secretos de la vida sempiterna, de la salud y la juventud del cuerpo. El mantra-yoga es el secreto de la salud mental y del dominio sobre la razón y las emociones.
Cada persona en occidente tiene en su casa un cuarto de baño y agua caliente. Por lo tanto, para la mayoría de ellas es normal bañarse dos veces al día, lo que corresponde a las prácticas de los yoguis inmortales. He descubierto que es importante para mí permanecer en el agua caliente, al menos una hora al día, para limpiar las energías negativas emocionales que me llegan de otras personas. El agua caliente abre los chakras y los purifica; la fría los vuelve a cerrar automáticamente. Por lo general, acabo mi baño con una ducha fría.
Muchos millonarios americanos tienen que agradecer al agua caliente la inspiración espiritual y la energía que los llevó al éxito. En la India, cualquiera que valore la salud sempiterna y la juventud de los yoguis inmortales puede ganar suficiente dinero para comprarse una bañera y un calentador de agua. Durante mis viajes a través del Himalaya, utilizo un simple trozo de plástico y caliento el agua en un cubo de metal. Luego pongo el plástico sobre las rocas y formo una bañera. Realmente sale a cuenta. Para mí, el baño de agua caliente es el mayor regalo de la civilización espiritual. El agua también puede calentarse con el sol o con un dhuni (un fuego sagrado).
El mayor secreto de la vida eterna está en la limpieza del cuerpo energético. El baño diario limpia el cuerpo energético. El agua puede purificar el espíritu con más rapidez de lo que él mismo es capaz de hacerlo. El bautizo es el símbolo cristiano de la purificación a través del agua. Bañarse diariamente significa convertir este símbolo en acción. De los sadhus indios (monjes peregrinos) que viven junto a un dhuni, aprendí el significado de la purificación por el fuego. Y naturalmente, por la gracia y el gran ejemplo de Babaji, Shiva Yogui Goraknath de Herakhan, logré el dominio sobre el secreto del fuego. Elías es el gran yogui del fuego de la Biblia. Creo que obtengo más provecho del hecho de dormir cada noche junto al fuego, como los sadhus, que de un yagna (antiguo ritual indio de fuego). No obstante, no estoy muy seguro, porque cada yagna ha sido para mí un inmenso enriquecimiento místico en la profundidad de mi alma. Hasta el año 70 a.C., la religión de la Biblia también se basó en rituales de fuego.
Cuando nos sentamos o dormimos junto a un fuego, las ruedas de nuestro cuerpo energético son purificadas por las llamas. La contaminación emocional que absorbemos en este mundo por culpa de otras personas es quemada. El fuego y el agua disuelven el anhelo de muerte. Ambos limpian el cuerpo energético y lo equilibran. Purificación por el agua y por el fuego, éste es el gran secreto de la vida sempiterna y la juventud. El fuego y el agua aportan energía vital al cuerpo como si fueran alimento.
Aire significa respirar. Tenemos que aprender a respirar la energía igual que el aire: eso es pranayama. El pranayama que yo practico es el de los bebés recién nacidos. Los niños unen la inspiración y la espiración a través de un círculo continuo. Esta unión es el pranayama más sencillo y natural. Es el pranayama de la vida eterna. Baba Goraknath también me enseñó la práctica diaria de tres tipos diferentes de limpieza de los orificios nasales para que los nadis no se obstruyan.
En el año 1974, creé un movimiento espiritual en los Estados Unidos al que se unieron más de diez millones de personas de forma espontánea. Se llama Rebirthing. Rebirthing significa realizar ejercicios de pranayama, mientras uno se relaja en la bañera de agua caliente; también quiere decir, disolver el ciclo de nacimiento y muerte, liberar el alma y el cuerpo del trauma del nacimiento y del anhelo por la muerte. Significa convertirnos en una manifestación consciente del ser eterno e incluir nuestro cuerpo físico en ella y en la vida consciente del Yo inmortal. Babaji lo llamó el nuevo yoga. La respiración intuitiva de energía en la bañera es un yoga muy práctico y elevado.
El yoga de la tierra significa dominio sobre la alimentación, el sueño y el bienestar. La disciplina básica comprende un día de ayuno a la semana con alimentos líquidos, al principio, leche o zumos de fruta. En cuanto te sea posible ya sólo bebe agua clara durante el día de ayuno. También hay que levantarse antes del amanecer y realizar algunos ejercicios físicos.
Los inmortales de la Biblia, como Moisés, Elías y Jesús, hacían ayunos de cuarenta días sin comida ni bebida. Podemos también alcanzar el dominio sobre el sueño si nos mantenemos despiertos los días de luna llena y nos levantamos diariamente antes del amanecer. Dormir es muerte. Bienestar significa ofrecer ideas, cosas o servicios que sean de utilidad para otros o para nosotros. El bienestar llega por si mismo, si servimos a otros. Recibimos dinero a cambio de ideas, cosas o servicios por los que los demás quieran pagar.
El gran yoga de la era de Kali-Yuga (la era oscura en la que nos hallamos en este momento) es el Karma-Yoga. Los sadhus de esta era trabajan una parte de su tiempo en el mundo y pasan la otra en retiro. Karma-Yoga (cualquier trabajo) también es aceptación. El trabajo verdadero en el mundo es dharma (la enseñanza) y sadhana (la práctica). Dios dice: el trabajo es el servicio a Dios. Sin embargo, no podemos sobrevivir en este mundo sin las prácticas espirituales. Las personas pierden rápidamente su salud y su cuerpo en este mundo sin purificación espiritual con tierra, aire, agua y fuego. El ayuno, la respiración, el baño y el fuego limpian el cuerpo emocional y curan el físico.
Si nos purificamos espiritualmente, podemos desarrollar una “barriga de gurú”. Demasiada contaminación energética emocional se acumula en el chakra del plexo solar y produce esta barriga de gurú, a la que también se llama grasa psíquica o contaminación emocional.
Hay ocho ejercicios básicos para el yoga de la vida sempiterna. Todos estos ejercicios nutren y limpian nuestra energía vital, nuestra alma y nuestro cuerpo; purifican el aura-arco-iris del cuerpo. La respiración, el fuego, el baño, el dominio sobre la alimentación y el trabajo son las cuatro vías que llevan a la maestría del cuerpo.
El cuerpo es tierra, aire, agua, fuego y espíritu. El “Shiva Samhita” (un texto sagrado hindú) cuenta que, de Akasha y energía, se crea primero el aire, luego el fuego, el agua y, finalmente, la tierra.
El mantra yoga (recitar palabras sagradas) conduce al dominio sobre el espíritu. Babaji me enseñó que “Om Nahama Shivaya” (Señor, hágase tu voluntad) es el Maha (gran) Mantra. En hebreo existe el mismo mantra pero pronunciado al revés: “Yava shim Omen”. El mantra “Om Nahama Shivaya” está constantemente en mi pensamiento. Además también trabajo con éxito otros mantras, como “Bhole Baba Ki Jai, Om Maha Mrjitenjai, Jai Maha Maya Ki Jai” y “Om Jesu Cristo, Jai Jesu Cristo”.
El sexto principio es la gracia. La gracia es cuando tu amor por Dios se encuentra con Su amor por nosotros. La gracia de la vida sempiterna puede ser expresada con el siguiente pensamiento: ahora estoy vivo y, por ello mi anhelo de vivir es mayor que el de morir. Mientras fortalezca mi ansia de vivir y debilite el de morir, viviré sano y joven.
Debemos aprender a apoyarnos en el Señor, en nuestra alma.
Las prácticas de purificación espiritual nos revitalizan, pero la gracia de la vida nos mantiene vivos, mientras realizamos los ejercicios.
El octavo principio del yoga de la vida sempiterna es el respeto por los santos. Esto significa aprender de los grandes yoguis inmortales que han conservado su cuerpo sano y juvenil durante más de 300 años. Pasar un tiempo con estos seres humanos es el mayor privilegio de la vida. Nos enseñan a hallar a Dios en cada uno de nosotros y, sobre todo, en aquellas personas que nos son próximas, nuestra familia, nuestros amigos.


Día cuarto.

Casi medianoche. Ayer escribí a Flora para pedirle que se viniera a ayudarme con el Samashati y con los hábitos. Me contestó al poco que fuera a Budapest, a la semana del Shiho. Acabo de mandarle otro sms preguntándole por las fechas. En cuanto las sepa, voy a llamar a Cristina para que me encuentre un vuelo barato por internet. Soy incorregible.
Acabo de abrir un documento en el ordenador con mis deudas. Ascienden a 5811 euros, casi un millón de pesetas. Y yo pensando en viajes. Pero sé que este año va a ser mi año, y el de muchos otros como yo, guerrilleros del despertar. Cada vez lo tengo más claro. Y cuanto más claro, más facilidad en lo económico.

En febrero ese jardín japonés en Valladolid. Gonzalo dice que nos podemos llevar 2000 ó 3000 cada uno. Y acabo de mandar un sms a Sergio para que me diga cuando quiere que le sustituya en el Samashati. Estaría de rechupete empalmar una cosa con otra. El jardín en febrero y Samashati en marzo.
Y en cuanto vuelva a la civilización, después de estos mágicos días en Galicia con Esther, ponerme en contacto con Juanma y darle una dirección en España donde me mande las arpas y los instrumentos que encuentre en Laos y Vietnam. Depende de cuando me los mande, darle una dirección u otra. Si es en febrero y estoy con Gonzalo haciendo el jardín, a la casa de Gonzalo. Si es en marzo y estoy en Samashati cubriendo a Sergei, a Sabadell. Si lo hago bien me puedo sacar unos 1000 dólares con las arpas, aparte de elevar el tono vibracional del planeta, eso por descontado.

Hoy he empezado con el kesa de siete bandas. Voy a ir muy rápido. He puesto una cuerda sobre la mesa del salón donde voy a trabajar. Espero que cuando me vaya de aquí, el kesa esté terminado.

Y no olvidar hacer otra bolsa para este ordenador, creo que ya no se va a separar de mí. Decirle a Esther cuando termine el proceso que le diga al chico que se lo dejó que me lo venda. Como nosotros le compramos el cable de alimentación y este costó ¡50 pavos!, supongo que el chico me lo dejará barato. Es muy antiguo. Cuando vuelva a Terrassa, pedirle a Jordi que le pegue un repaso: Que instale Linux y me diga cómo utilizarlo. Y ver si se puede ampliar la memoria o alguna de esas lindezas.

Medianoche. Hoy comienza el quinto en el proceso de ayuno de 21 días de Esther. Hoy ha tenido mucha sed. La primera semana no puede ni beber. Me ha estado pidiendo todo el día botellas de agua para enjuagarse la boca y así mitigar un poco la sed. Y por la noche he vaciado la nevera y hemos puesto a hacer cubitos de hielo para que pueda masticar y escupir ya que si traga un poco, sus guías dejarían de guiarla. Bueno, más que nevera, un gran congelador, anteayer la enchufamos y me congeló todas las lechugas, pobres.

Esther no ha dicho nada a sus padres sobre que estamos aquí, creen que estamos en Soria. Así que cuando Isabel, nuestra vecina y guardiana de la casa cuando no hay nadie, llame a la madre de Esther y le diga que hay un skin head en la casa y que está el coche de Esther pero de Esther ni rastro... En fin, esta mañana he salido a dar un paseo y esperaba encontrarme a la guardia civil a mi regreso con una orden de búsqueda y captura en mi contra por secuestro. Estoy un poco paranoico.

Voy a leer un poco alguno de estos libros fantásticos que tengo al lado: El alma del indio, de Charles Alexander Eastman, cuyo nombre sioux era Ohiyesa; Zen y artes marciales, del Maestro Deshimaru, y Resonancia, de Jasmuheen.


Día quinto. 11 de la mañana.

Me he cruzado esta mañana en mi paseo con un hombre viejo, ya dentro del pueblo. Nos saludamos todas las mañanas y esta hemos cruzado unas palabras. Hemos hablado, como no, del tiempo tan raro aquí, como en todas partes en esta Tierra nuestra. Me ha dicho:
-El tiempo está como el gobierno.
Y me he echado a reír y una corriente eléctrica ha pasado de mi plexo solar a mi vientre, por debajo de la cicatriz.

Esta noche Esther lo ha pasado realmente mal. Tiene mucha sed y aunque se baña un par de veces al día y está enjuagándose la boca a cada rato, esta mañana ha mencionado que tiene dolores. A ver... Es admirable lo que está haciendo. Y gracias a ella, yo estoy aquí, haciendo todo lo que estoy haciendo.

Tampoco he podido dormir esta noche. Antes de acostarme hice zazen, preparé mi lecho junto al fuego y tomé el libro de Jasmuheen, Resonancia.
En un capítulo que habla sobre el poder de la afirmación. Veréis, yo antes de ser monje budista era un tipo al que le gustaban las mujeres, las drogas de todo tipo, las películas antiguas... un artista medio loco, un escritor incomprensible, alcohólico, impaciente, solitario... Nunca me interesó el rollo espiritual, los libros de autoayuda me daban risa. Y esta noche, con afirmaciones como:
-El dinero me llega fácil y rápidamente y tengo más que suficiente para cubrir todas mis necesidades y deseos.
Algo ha vibrado en mi interior pues desde hace seis años, el tiempo que llevo ordenado, he vivido en la más absoluta pobreza, siempre trapicheando y con trabajos de mierda, buscándome la vida para sacar el dinero para los retiros, los viajes, los hábitos... Pues ser monje zen en Europa cuesta pasta, no demasiada, pero cuesta; no es como en Japón, o como los monjes cristianos de aquí. Es diferente.
O esta:
“Cuando crees afirmaciones, evita utilizar términos negativos, pues la mente subconsciente capta ciertas palabras. Si dices “yo nunca enfermo”, la mente capta la palabra enfermo, de modo que es preferible decir “Yo siempre disfruto de una salud perfecta”. Además, utiliza siempre el presente: YO SOY o YO ESTOY, en lugar de yo seré o yo estaré, pues hablar en futuro es un estado de eventualidad. Necesitamos que ocurra AHORA, no mañana.”

Me puse a afirmar como un loco, junto al fuego. Sobre cómo quiero que sea mi vida. Dejar esta dependencia que tengo de la gente, de los amigos como Nio, Sergi o Gonzalo, que han hecho de puente entre yo y el mundo exterior desde que comencé a practicar la Vía. Ya no necesito puentes.

Y la cosa está en las arpas. Quiero vivir de las arpas.
Cuando vuelva a Valladolid, a primeros de febrero, localizar:
Viejos acordeones: los vocis de los armoniums y de los acordeones son los mismos. Comprar un montón a muy buen precio pues para ellos es chatarra.
Localizar, a través de mi padre, a un soldador que me haga y me suelde la pieza con la que se toca el voci. Y aprender a soldar yo mismo. No es difícil y así el negocio será –es- más rentable.
Encontrar madera laminada como la que compré hace unos años en Casa Reyna, en Madrid, de castaño y de nogal, de 3 ó 4 mm. Y hacer pequeñas joyas como la que hice con mi padre, en metakrilato rojo y blanco comprado a Mr. Shrii Dutt Sharma, en Rishikesh. Y estas las puedo vender más caras que las vietnamitas.
Y, lo más emocionante: Ir a Tamayo[4], el mejor vendedor de material para músicos de Valladolid, al que compré algunas cosas cuando estaba con la Karton y decirle:
-Hola, quiero el mejor y más ligero amplificador a baterías para tocar en la calle. Y el mejor micro inalámbrico que tengas. Todo para que este pequeño instrumento suene como tú lo estás escuchando ahora pero con más volumen.
Y empiezo a tocar mi scacciapensieri de Andrea Bugari mirándole a los ojos. Me muero de ganas de que llegue ese momento, de encontrar el equipo adecuado.
Así, podría tocar en la calle y hacer arpas con una pequeña sierra. Como en India, como siempre quise hacer, como el artesano que soy: una manera digna de buscarme la vida allá donde estoy. Pienso en las sesshines de Lyon, de Budapest, la de Ámsterdam en junio. Quedarme unos días cuando termina la sesshin tocando en hermosos sitios de la parte vieja de esas ciudades, con una pequeña mesa y una segueta[5] y una lima y un poco de madera y mis vocis ya convertidos en arpas.

En fin, está sucediendo…

Voy a coser un poco. Dejo el ordenador encendido, a lo largo de la mañana seguiré contando más de mi visión de anoche. Fue muy jugosa. Muy libre.
Hasta ahora.

Se fue la mañana y luego la tarde. Ahora son más de las nueve. He comenzado el ensamblaje horizontal del kesa. Las siete bandas ya están colgadas de la cuerda. He cosido la primera línea en seis de ellas. Y he dejado todo listo con alfileres para coser la segunda línea. Mañana las siete bandas tendrán cada una sus tres piezas.
Estoy, como no, dándole vueltas a qué formato va a tener esto. Por fin tengo un ordenador y sé que el escritor que soy y que lleva seis años oculto en alguna parte va a despertar.
Meter lo escrito la primavera pasada en Shorinji, que titulé Gyoku, como he decidido llamar a este libro. Tiene mucho que ver con esto en lo que estoy ahora. Mismo estilo, mismo tema: las aventuras y desventuras de un monje zen de Valladolid en la época de los locos.

Seguir con este formato de diario en el que me siento a gusto. Y cuando llegue a un lugar con Internet, dos cosas:
Meter en este computador, como carpetas individuales, todos estos textos que me han marcado estos años: El Factor Maya, de Argüelles; aquel texto tan marciano sobre lamas tibetanos en el Himalaya que me mandaron los de Tortuga; el Informe sobre el Arco Iris Circumpolar… Hacer estos días un repaso memorístico.
Y sobre todo, cambiar las fechas del diario por las del calendario de Trece Lunas. Mucho mejor para la sincronicidad del libro, la mía y la de la Humanidad.

Om Nahama Shivaya.[6]


Día sexto, diez de la mañana.

Esta mañana Esther me ha pedido con un hilo de voz que le preparase la mezcla de agua y zumo de naranja. Lleva desde que llegamos sin beber ni comer. Y así debía seguir hasta el final del séptimo día, según aconseja Jasmuheen en su libro “Vivir de Luz”. Pero no ha podido aguantar los dolores. Yo nunca he estado seis días sin beber. Hasta el final del proceso, podrá beber toda la mezcla de zumo de naranja y agua que quiera, en proporción de cuatro a uno: cuatro partes de agua y una de zumo. Estos días, que Esther no podía beber pero sí enjuagarse la boca, me decía que el agua nunca le había parecido tan dulce, ahora que no la podía beber. Hoy es el cumpleaños de Gyoku. 25 años.

Sigo con las afirmaciones de Jasmuheen, que tan bien me están haciendo a pesar de mi histórico rechazo a los libros de autoayuda. Esta mañana pensaba al respecto mientras daba mi paseo matutino after zazen que si la revolución a la que estamos asistiendo a nivel planetario es una revolución interior de cada uno de los habitantes de este planeta, pues unos pocos consejos no están de más. El zen prescinde de todo esto pues para el zen, para el budismo en general, el ego, lo que creemos ser, no existe, como mucho tiene la consistencia del polvo, entonces, para qué molestarse en ayudar al polvo, no tiene sentido. Al zen se le llama la Vía abrupta. En estos años he visto como mucha gente que empezaba a practicar lo dejaban al poco –o al mucho- tiempo pues no soportaban esa desnudez, el verse, literalmente, convertidos en polvo. Y vivitos y coleando. Es lo que en el budismo se llama Nirvana viviente. El Maestro Deshimaru decía que zazen es como entrar en el ataúd. Hoy en día, con los coches y teléfonos y ordenadores tan buenos y bonitos que tenemos, nadie está por la labor de meterse en el ataúd en vida, aunque sea por un momento. Hace un rato, cuando volvía del paseo, he encontrado a mi amigo el anciano vecino y hemos continuado la conversación interrumpida ayer:
-Pues en Barcelona los árboles de hoja caduca aun no han perdido la hoja. Ningún día de viento, ningún día de frío. Y un amigo que trabaja de guía turístico en Noruega me decía que este año, para esquiar, se había tenido que ir a 800 kilómetros al norte, a Laponia.
-Es terrible.

Las afirmaciones de Jasmuheen, que buena falta nos hacen:

“Querido Padre/Madre Dios Creador, te pido que cada momento de cada día se desarrolle en una completa y perfecta alineación sincrónica con la Voluntad Divina.”

“Pido que los campos energéticos de mis cuerpos físico, emocional, mental y espiritual entren en perfecta alineación para que mi Yo Divino pueda manifestarse conscientemente y plenamente en el plano físico y en todos los planos de la existencia de una forma que me aporte una gran alegría, tranquilidad, gracia, placer y abundancia.”

“Todos mis cuerpos están sintonizados, armonizados, en forma y sanos. Vibran y se expresan en una armonía perfecta y sincrónica con el ritmo del Padre/Madre Dios Creador. Esto es así, tanto si como, duermo, hago ejercicio o medito.”

“Pido que mi próximo paso perfecto en el Plan Divino me sea revelado claramente y me traiga ahora los recursos y los jugadores perfectos para que participen en la creación y la implementación de este plan para que puedan manifestarse físicamente AHORA.”

“Ordeno a mi presencia YO SOY que traiga a mi percepción consciente todos los talentos, dones e información de vidas pasadas, presentes y futuras que son relevantes y que me darán más poder para la realización de mi parte del Plan Divino en este plano físico AHORA.”

Y por último:

“Ordeno la plena atención y presencia de la consciencia de mi cuerpo. ¡Te ordeno que desde ahora, absorbas de las fuerzas pránicas todas las vitaminas, los nutrientes y la alimentación requeridos para mantener una salud física óptima!”


Séptimo día, once menos cuarto de la noche.

Un día agitado en este pueblo solitario.
Antes de nada transcribir un poema que encontré ayer del Maestro Ryokan y que anoche, por pereza, no metí aquí. Lo hago ahora.

Demasiado perezoso para tener ambiciones
dejo que el mundo se las arregle solo.
Tengo en mi bolsa arroz para diez días
y un haz de ramas en el hogar.
¿Por qué hablar de decepción y de iluminación?
Oyendo la lluvia que cae sobre mi tejado,
Me siento cómodamente y estiro las piernas.


Hoy Esther ha empezado a comer. No ha podido con los dolores y la fiebre. Por la mañana me ha dado un número de teléfono y me ha dicho: llama a esta mujer y pregúntale si es normal que me sienta tan mal, que no me pueda mover.
He llamado y Pilar, la mujer, me ha dicho que interrumpamos el proceso, que había peligro de muerte.
Así que se lo he comunicado a Esther y mi abuela se ha apoderado de mi cuerpo. Nos hemos metido en la cocina, mi abuela y yo, y hemos preparado un caldo de verduras que, en boca de Esther esta noche, le ha salvado la vida. Y de postre compota de manzana.
Mejor así, no era normal todo lo que estaba sufriendo. Pilar me ha dicho que el proceso no es una competición, que ya habrá tiempo más adelante.

Anoche mandé un mensaje a Gemma felicitándola por su cumpleaños. Esta mañana me ha contestado:
“Gracias amor! Cómo fue el retiro? Me quedé con ganas de tu compañía, ibas a hablarme de los templarios. Cuando vuelva de Cap de Creus te llamo. Om.”

Y yo le he contestado:

“Hola Gyoku. El retiro fenómeno, como siempre. Aventura en Samashati finiquitada a la espera de calor. Estoy en un pueblecito de las montañas de Orense, escribiendo mis memorias y visiones, que son muchas y jugosas. Me han regalado un portátil. ¿Has dejado todos tus trabajos? Dios te guarde. O.”

Sigo pensando que si quiero escribir un libro que haga tambalear toda esta mentira en la que hemos convertido la vida en la Tierra y todo eso, no estoy siendo coherente metiendo en él los mensajes telefónicos que pueda enviar a un amor imposible. ¿O sí?
Voy a por leña. Esther ha bajado al lado del fuego esta mañana y ha estado hasta hace un momento tumbada junto a él, completamente desvalida. Poco a poco, con la ayuda de mi abuela, hemos ido recuperándola para el mundo de los vivos.
Estoy un poco borracho.
Mañana empiezo el ensamblaje vertical del kesa.

Según los mayas el momento del día en el que vibro más es la noche. No será esta. Hasta mañana.


Octavo día. 8 de la Luna Resonante.[7] Diez de la mañana.

En su libro “Zen y Artes Marciales”, el Maestro Deshimaru escribe:
“El kiaï, grito cuya fuerza vibratoria paraliza al adversario durante un instante, puede compararse al kwatz de los Maestros Zen Rinzai, que sirve para producir un choque y despertar al discípulo. En mi opinión es inútil repetirlo sucesivamente; una vez es suficiente pero una verdadera vez. Lanzad pues este grito de una manera total, que salga del hara, del bajo vientre, de ese lugar al que los japoneses llaman kikai tandem: el océano de energía. Para esto, hay que aprender la respiración Zen que es también la del Budo: expirar lentamente, lo más profundamente posible. Al final de la expiración, la energía está en su punto culminante. El kiaï es la mezcla de esta expiración con una voz fuerte; es necesario que el sonido ascienda de una manera naturalmente profunda. Para esto, evidentemente, hay que saber respirar, lo cual es raro. Después del zazen, cuando hago la ceremonia y cantamos el Hannya Haramita Shingyo, el Sutra de la Gran Sabiduría, lo hago para el entrenamiento general de la respiración: la voz está entonces obligada a ir hasta el final de la expiración. Es un buen entrenamiento al kiaï. Kiaï se descompone en Ki: energía y aï: unión; significa pues la unión de la energía. Un solo grito, un solo instante en el que se encuentra todo el espacio-tiempo, todo el cosmos.”

Nací el 29 de enero de 1973. Faltan pues doce días para que deje de tener 33 años. Dicen que este número es muy importante, sobre todo en la edad de las personas. El año pasado, el día de mi cumpleaños, estaba en Shorinji haciendo una sesshin. Ese día, después de cuarenta años sin hacerlo, cayó una gran nevada: en algunos sitios treinta y cuarenta centímetros. En castellano hay una expresión que dice: “Año de nieves, año de bienes”. Yo todo este año me he estado diciendo que maldita sea la expresión tan irónica, pues este 2006 ha sido para mí terrible en lo material: he dormido en la calle un montón de veces, he tenido que robar: la ropa que ahora llevo, comida porque tenía hambre; he pedido dinero prestado que aun no he devuelto a amigos, me hice una perforación en el píloro –la válvula de salida del estómago- en septiembre y me tuvieron que operar a vida o muerte y un mes después, al terminar una sesshin en el sur de Francia, perdí mis hábitos de monje zen: el kimono blanco, el kolomo y mi kesa negro de siete bandas, mi primer kesa, el kesa de monje, el de mi ordenación. Eso por no hablar de amores, ya que en mis relaciones sentimentales he ido de desastre en desastre. En fin, que eso de “Año de nieves, año de bienes” parecía que no iba conmigo.
Parecía.

Esta mañana, con un poco de resaca por mi estúpida borrachera de ayer, durante el zazen, la “visión” que estoy canalizando desde hace unos días se ha mostrado muy persistente y me ha dado los suficientes datos “técnicos” para que pueda hablar de ella aquí sin temor a que se volatilice.

La “visión” se llama “Centro Social Ocupado y Autogestionado para el Despertar de la Conciencia”: C.S.O.A.D.C.
Yo nací en Valladolid y ya sabéis cómo se las gastan allí con el castellano. Desde niño me inculcaron que tanta sigla queda de lo más vulgar, hasta es un vulgarismo para la Academia. Sea como sea, no le gusta a nadie esto de las siglas. Así que le he puesto otro nombre: Gyoku, que en japonés significa “Preciosa Joya” y que es el nombre de bodhisattva que el Maestro Kosen dio a Gemma en las ordenaciones del Ango de 2005.
Paso a relatar los detalles.

El primer Gyoku se está ya realizando en la isla de Ibiza, donde he vivido muchas veces y en la que tengo muy buenos amigos.
Uno de ellos es Antonio Alemany, alias “Kinki”, alias “Nio” -por Antonio-. El se dedica desde hace varios años al negocio inmobiliario y se conoce palmo a palmo la isla. Su nombre Kinki no está elegido al azar: por dinero vendería hasta a su abuela. Pero es mi amigo. El me regaló mi primer scacciapensieri de Andrea Bugari y unas Ray Ban antiguas que aun conservo. Todo en un mismo día de arranque amoroso. Con él he pasado los mejores y más intensos momentos de mi vida –eso sí, normalmente cargaditos de pastillas-. Me enrollo. Kinki es el encargado de localizar el sitio. Hace tres años me llevó a una mansión en la isla que, según él, llevaba varios años vacía. Era enorme, con muchísimo terreno alrededor, árboles grandes y viejos, en perfecto estado. Me dijo que sabía de más en la isla. Y que sería sencillísimo ocuparlas.
Esto hace tres años.

Supongo que a día de hoy, que sé que su rapiña y ansia de dinero han aumentado, tendrá más datos. Hace tiempo que no nos vemos pues vivimos vidas muy diferentes pero conozco a Nio, hemos hecho zazen muchas veces juntos, en Ibiza. Y hasta vino a Shorinji una vez, a una sesshin.

Nio localiza el lugar. Un pequeño grupo de personas –no más de siete, que es un número que siempre queda bien- entra (por alguna ventana, puerta, etc: en el campo es muy sencillo okupar) y toma posesión del sitio. Y se inician las labores de conversión en C.S.O.A.D.C., al que a partir de ahora y para siempre llamaremos Gyoku.

Primero, limpiar. He aprendido mucho en estos seis años viviendo como un monje errante de templo en templo. Y siempre, en ellos, estoy haciendo cosas, sobre todo limpiar.
Soy casi un Maestro en el Arte de limpiar.

Limpiar, tapar grietas peligrosas, eliminar goteras si es invierno. En el caso de Ibiza esto no será necesario pues no llueve mucho. Dejarlo hermoso pero sin complicarse.

La primera sesshin que hice, en la primavera de 2001, fue en el Templo de La Morejona, a unos sesenta kilómetros de Sevilla. Aun recuerdo el dojo, el lugar sagrado de la Vía en el que nos sentamos en zazen para ser arrebatados por el orden cósmido. Se me ponen los pelos de punta, qué lugar tan hermoso. Y era nada más que una ruina: cuatro paredes de adobe de lo menos cien años con agujeros y grietas por todas partes y por techo unas de esas telas enormes verdes que paran el sol. Pues en Sevilla llueve rara vez. Y velas. Y alfombras en el suelo. Y una limpieza y orden exquisitas, al gusto del Zen, con el inconfundible aroma del incienso japonés. Podría estar toda la mañana cantando las maravillas de esta manera de concebir los lugares, a diferencia de lo que se lleva por aquí: hormigón, muchísima luz, en fin, lugares para nada acogedores, vosotros ya me entendéis: este rollo actual de centro comercial, de ambulatorio, de plaza de ciudad, de hospital, de parada de metro. Un asco.
Gyoku no será así, os lo aseguro.

Poner todo bien guapo. Dejar la mejor de las salas para dojo. Debo hacer una aclaración. Soy monje zen, “pertenezco” a esta tradición, es la que conozco. No conozco otra. Tengo algunos conocimientos taoístas y templarios y gnósticos, etc, porque siempre he tenido mucha curiosidad y por mi carácter, las barreras –ya fueran religiosas o morales o de idioma u otras- siempre han tenido muy poca importancia para mí. Vamos, que siempre he tenido claro que esto de las fronteras y las religiones y los idiomas era una cosa bastante chusca que el hombre había inventado por miedo o dios sabe por qué. En fin, confío en la inteligencia del lector. Lo que quiero decir es que si tú estás leyendo esto y perteneces a otra tradición (ya sea islámica, cristiana, anarquista, hinduista, taoísta, gnóstica o new age o lo que quieras), si perteneces a otra tradición y quieres aprovechar estos datos que tienes delante para montar algo dentro de tu historia, adelante. Yo digo dojo porque es lo que conozco.

Continúo. Me había quedado en elegir la mejor estancia y hacer un dojo en ella. Para hacer un dojo se necesita un altar (una mesa pequeña sirve) donde pondremos: un buda o similar en el centro, atrás, un incensiario delante, una vela a la izquierda y unas flores a la derecha. Un palo de madera colocado en el suelo, a la entrada, separará el dojo de fuera. Dojo significa Lugar de la Vía: Do, Vía, Jo: lugar.


La cocina

En los templos zen la figura más “importante” es el Maestro. Luego está el tenzo, el cocinero.
Localizar la cocina y dejarla tan impoluta como el dojo. Si no hay cocina, llevarla: unos quemadores de butano serán suficientes pues la comida va a ser muy sencilla: ensaladas, verduras al vapor, horneadas, fruta fresca y en compota, algunos dulces, frutos secos...

Pues Gyoku es, entre otras cosas, un restaurante: Sólo abierto al público un par de horas, para la comida: de una a tres, por ejemplo, así simplificamos. Después hago una lista de platos y sugerencias. Luego entro en detalles. Ahora los trazos gordos.


Los horarios

Como el dojo de Barcelona, que dirigen Pierre Lerroux y Gabriela Sobel. Este dojo, a diferencia de los que dirigen Maestros de la Transmisión, no es tan estricto; aunque funciona a las mil maravillas: jamás se pierden un zazen y siempre se hace a la hora en punto, aunque algún día Gabriela o el monje o monja que dirija la sesión esa mañana, llegue con la hora justa una fría y lluviosa mañana de enero y se encuentre con que está sola.
Los horarios de zazen:

Lunes: 19:30.
Martes: 07:00.
Miércoles: 19:30.
Jueves: 07:00.
Viernes: 19:30.
Sábado: 11:00.
Iniciaciones al zazen: lunes, miércoles y viernes a las 18:30.

Apuntar aquí que un dojo zen de ciudad o de un templo siempre está abierto a otras Vías, fuera de sus horarios, claro está. Gabriela, en Bcn, enseña el Yoga un par de días a la semana. Alga del Mar, una monja colombiana discípula de Stephan, enseña los Pases Mágicos de Castaneda en los templos de su maestro. Jean, un monje canadiense muy simpático, enseña el kárate y siempre, en los retiros largos como en los de verano, hay personas, ordenadas o no, que enseñan, gratuitamente, sus conocimientos.

En Gyoku será igual. Yo, que he llegado primero, he elegido primero los horarios. Hay 168 horas en una semana. Un dojo zen con estos horarios, a tres horas por sesión, suman 18 horas por semana. Sobran ¡150 horas! Lo único que se pide es máximo respeto por el lugar y dejarlo exactamente como está. Vosotros sabéis lo que esto significa.

Se me olvidaba. Un dojo es también, por la noche y a veces a la hora de la siesta, el dormitorio común. Siempre hay colchones que están ocultos en alguna parte y todo lo necesario: mantas, sábanas, almohadas… Todo ha de conservarse, huelga decirlo, con la máxima pulcritud y orden ya que por estos sitios pasa mucha gente, de todo el mundo. Y para los japoneses o los suizos, la idea de limpieza y orden es muy distinta a la de un español o un marroquí, por ejemplo. Abandonad la idea de qué nacionalidad sois y concentraos en dejarlo todo tal como os lo encontráis, con esto es suficiente.

Aparte del dojo-dormitorio común y una habitación especial que se guarda por si aparece un Maestro o una persona de edad, en los templos siempre hay dormitorios de una, dos, tres o más personas, a veces con literas y entonces caben más. Me encanta dormir así, yo que no he hecho el servicio militar. En Shorinji, en estos años, hemos ido construyendo cabañas, más o menos rústicas. En otros lugares es diferente. Gyoku será lo que nos encontremos cada vez.
Pues una de las características esenciales de Gyoku es el nomadismo. O en lenguaje okupa clásico: “Un desalojo, otra okupación”

Más cosas. Estoy yendo rápido para que no se me escape la musa. Aunque la musa la tengo bien cogida por las pelotas.

Sigo.


El taller

Aparte de un dojo y de una cocina, Gyoku ha de tener un taller. La segunda estancia más grande (aunque esto no es una regla fija) se reservará para taller.
¿Y qué se hará en ese taller? Pues depende de quienes estemos en ese momento en Gyoku, de nuestros dones u habilidades. Yo hago arpas de boca, allá donde voy llevo lo necesario para construir unas cuantas y venderlas por si me quedo en números rojos.
En el taller, si estoy yo, se hacen arpas de boca. Las herramientas necesarias son mínimas:
Pequeñas sierras de marquetería, hojas de sierra, limas, madera ya laminada, todo cosas pequeñas y baratas pues los antidisturbios pueden aparecer en cualquier momento y todo el mundo sabe que los antidisturbios no son nada cuidadosos con ciertas cosas.

Si está Esther, Flora... que hacen ropa, pues habría telas, reglas, tijeras, hilos, agujas, alfileres... Hasta alguna de esas diminutas máquinas de coser a pilas como la que tiene mi madre y de la que está tan orgullosa. Tanto que ya casi no utiliza la grande, la eléctrica.

Aquí hago un inciso para mostrar otra de las características de Gyoku.

En Gyoku no hay electricidad. Bajo ningún concepto. Tengo en la manga suficientes anécdotas en contra de la electricidad para llenar tres libros como este. Aquí van dos:

En el Campo de Invierno pasado, con el Maestro Kosen dirigiendo, me levanté una mañana antes que los demás y fui pronto al dojo pues era responsable de mantener las dos estufas de leña encendidas -es finales de diciembre y hace mucho frío en Besalú, Girona-. Comparto la responsabilidad con un monje de Ámsterdam. Compruebo que las estufas están encendidas, hecho un par de leños en una y una palada de cáscaras de piñón en la otra. El dojo está en una suave penumbra, iluminado por la luz de la luna que entra por las ventanas. Tan hermoso... Yo tengo conmigo todo lo necesario para el zazen –mi kesa de nueve bandas- y decido quedarme. Faltan unos minutos para que X e Y despierten a todo el mundo corriendo y agitando unos cencerros de ganado. Así nos despertamos en los Templos Zen. Y falta un poco más de media hora para el primer zazen de la mañana. Decido ponerme el kesa y sentarme. Comienza a amanecer.
Quince minutos después empieza a llegar gente. Primero Loïc, el sussho, que no se sorprende de verme ya en zazen pues sabe que adoro la postura. No enciende la luz, supongo que por respeto y porque decididamente no es necesaria ya que está amaneciendo, luego los kiosakuman de la mañana y los primeros practicantes que llegan para evitar aglomeraciones. Somos unos cien en esta sesshin. Nadie, hasta ahora, ha encendido la luz, desde la llegada de Loïc se ha mantenido un ambiente justo, silencioso, de máximo respeto, como tiene que ser. Y aunque somos ya unos treinta, no se oye una voz, una risa, nada, sólo los kesas que se abren, algún ligero bostezo, de vez en cuando, es muy pronto. Yo llevo ya casi media hora de zazen y siento todo con mucho detalle, amplificado. De repente... alguien enciende la luz. Oh, cielos, será porque estaba muy despierto en ese momento, por las circunstancias, pero fue increíble: de repente, este lugar sagrado se convirtió en un gallinero: voces, risas y acto seguido conversaciones estúpidas, más risas, en fin, seres humanos juntos, qué os voy a contar. Nada escandaloso pues todos somos monjes o bodhisattvas o laicos que ya conocen la postura y las reglas. Nada escandaloso pero llamativo.

La segunda anécdota la guardo para otro momento, creo que ha quedado claro por qué nada de electricidad en Gyoku.
Para dar luz por las noches: velas, lámparas de aceite, antorchas… Para recargar móviles y portátiles: baterías solares especiales para ello, que las hay: tengo amigos manitas que las fabrican de modo artesanal. La cocina es de gas. Si nos suministran las verduras y frutas a diario o casi a diario, una nevera no es necesaria.

Estaba con el taller. Por ahora taller de costura y taller de arpas de boca. Así como una pequeña carpintería de primeros auxilios para poder reparar y hacer pequeñas cosas: una mesa, una estantería... En las ciudades, en sus contenedores, hay tantos muebles, tantas cosas, que una visita a una de ellas la noche que la gente tira sus trastos viejos a la calle es suficiente para llenar de muebles cien Gyokus. No es el caso. Siguiendo la tradición Zen de austeridad y sencillez, mejor pocas cosas, las mínimas y necesarias.

Y como todo lo demás, depende de quien esté, así se harán unas cosas u otras en el taller: ropa, artesanía, instrumentos musicales, conservas... Cosas que podamos vender en nuestra...


Tienda

Voy a coser un poco. Me duele la espalda de tanto escribir. Deciros que en la tienda se venderán las cosas que se hagan en Gyoku, desde ropa o artesanía a conservas o dulces o libros como este o cosas que residentes – o no- de Gyoku traigan de exóticos países: los instrumentos musicales que compré en India el año pasado o las arpas de boca que Juanma me va a mandar desde Vietnam en unas semanas. Todas estas cosas, junto con el restaurante y un pequeño cine, serán las que hagan de esta aventura algo autogestionado, como se dice en el nombre de marras de las siglas.

Para después dejo la manera de repartir el dinero y toda esta delicada parte. Como ya me imagino que os habéis dado cuenta hace rato, esta historia no es una más en el mundo de los hombres basada en la especulación y la rapiña. Esto es otra cosa. Así el dinero.

Comer costará diez euros. La comida de primera lo merece. Dormir en el dojo, otros diez. Si hay habitaciones, veinte. Las personas pueden pagar en efectivo, nada de tarjetas, por favor, o si tienen problemas económicos, con trabajo en Gyoku, básicamente en la cocina, ayudando a cortar o fregar y en la limpieza y mantenimiento del lugar. Diez euros la hora. Queda claro que no es un sueldo, que esto se ofrece para gente que no tenga dinero y quiera quedarse a dormir o comer.
Luego sigo. Esto de la pasta conviene dejarlo bien definido para que luego no haya problemas.

Hasta ahora.


10 de la Luna Resonante[8], mediodía.

Ayer, después del zazen de la mañana, Esther ha bajado en silencio a donde yo estoy y me ha escrito en su libro de Jasmuheen:
-Tenemos que ir a comprar algo para la infección de mi boca, no puedo hablar.
Hemos cogido el coche y nos hemos ido a un pueblo grande a unos treinta kilómetros. En una herboristería compramos sauco para hacer enjuagues y entonces Esther me ha dicho: “necesito un baño me encuentro fatal”. Hemos entrado en una cafetería y se ha dirigido como una exhalación hacia el baño y yo me he quedado en la barra, con cara de tonto, sin saber qué pedir a la camarera que me miraba pues hace diez días que sólo veo a Esther y al viejo de mis paseos matutinos y comiendo ensaladas y verduras, sin hablar, cosiendo y escribiendo esto.
-Un café con leche, por favor.
Pues mientras veníamos –Esther conducía- yo iba dando cabezadas de sueño.
He tomado mi café mientras miraba las fotos de las paredes: estrellas de Hollywood de los años cincuenta, Dalí, músicos de jazz de la época: glamour en blanco y negro.
Esther ha salido del baño y me ha dicho:
-Déjame tu teléfono. Tengo que llamar a Diego Conesa. Me siento morir. Necesito frenar la eliminación.
El ayuno seco y luego, de repente, zumo de naranja, ha iniciado en su cuerpo un proceso de depuración muy fuerte. Esther es muy frágil: hace unos años, en una rave, alguien metió un montón de LSD en su botella de agua y desde entonces, cada primavera, le dan “crisis”. Su historia me recuerda a Obelix, el galo.
-Claro, toma.
Y ha llamado a Diego y este le ha escuchado mientras Esther le ponía al día de la situación y le decía que creía que debía tomar yogurt para frenar. Creo que Diego no ha dicho una palabra. Esther es “yo me lo guiso, yo me lo como, como Juan Palomo”.

Hemos ido a un súper y ha comprado cuatro yogures y yo he aprovechado para comprar una garrafa de agua pues en casa no hay y tengo que salir a la fuente a cada rato a llenar un par de jarras de litro y medio: una de cristal y otra de barro.
Ya con nuestras cosas nos hemos metido en el coche y al salir hemos roto el faro del coche vecino, justo con un guardia civil pasando a nuestro lado. Se nos ha quedado mirando, resignado. Y ha continuado su camino mientras yo dejaba una nota en el parabrisas del otro coche con el número de teléfono de Esther. En cuanto he perdido de vista al guardia he vuelto al otro coche y he quitado la nota pues en el estado que está la pobre tener que atender a un conductor histérico con su coche roto y dar mil datos de domicilios y número de seguro es algo que definitivamente a Esther no le conviene ahora. Le he dicho:
-Dios me perdona.
Y también:
-Si quieres conduzco yo.
-Vale.
Dos kilómetros después me ha dicho:
-Para, voy a vomitar.
He parado el coche en un camino de tierra y Esther ha bajado y ha echado el zumo de naranja y parte de su rabia y yo qué sé.
Yo tocaba el arpa, junto al coche.
Después hemos vuelto a casa. Al principio en silencio, luego le he soltado una charla pues hay algunas cosas que veo que Esther hace y que no le sientan bien. Se las he dicho todas, por orden, como sólo un monje zen sabe hacer.
Ella decía, de vez en cuando:
-Tienes razón.

Ya en casa, he llamado a mi abuela y hemos entrado en la cocina. Yo he puesto unas patatas y unos grelos para que se vayan haciendo al vapor. Mi abuela ha hecho uno de sus guisos de patata y berza con almendras laminadas y un poco de arroz integral. Esther ama a mi abuela.
Hemos comido frugalmente junto al fuego, en silencio. Y luego yo me he puesto a coser. Hasta las once de la noche, sin parar, sin hablar.

Casi a medianoche he tomado un baño caliente, unas patatas al vapor con aceite, sal y pimentón, una ensalada y un vasito de tinto gallego; diez minutos de zazen para aplacar ese lado oscuro que tengo, que rápidamente se apodera de mí; he preparado mi lecho junto al fuego y me he metido en él. Antes del vasito de vino estaba un poco intranquilo. Percibo que las cosas se están acelerando muchísimo, que pronto voy a tener que tomar decisiones, estar al pie del cañón. Y he perdido la costumbre, con tanto templo. Pero estoy bien despierto, fresco al aquí y ahora, de eso también me he dado cuenta. Recé un par de Ave Marías y me dormí.

A eso de las cuatro me he despertado teniendo un orgasmo muy bestia. Me he quitado la camiseta, la he puesto junto al fuego y he ido al baño a limpiarme un poco. No había derramado mucha cantidad. Sé lo valioso que es el semen en la energía. Odio desperdiciarlo de esta manera tan tonta.
He vuelto a la cama, alrededor de las cuatro, deprimido, como siempre me pasa cuando tengo pérdidas de semen.
Cuando ha sonado el despertador para zazen, llevaba una media hora despierto, tratando de recordar un sueño muy bueno que había tenido y que, al despertar, me había dejado una sensación de ligereza, de que todo está bien. Adoro ese estado.
En una de las afirmaciones con las que he estado jugando, le he pedido a mi presencia YO SOY que me acuerde de todos los sueños que tenga para que pueda extraer de ellos toda la información necesaria.
Voy a intentar escribir este sueño, lo que recuerdo de él. Siempre he sido bastante malo con esto, siempre he dormido como un tronco sin acordarme de nada al despertar. Pero aquí todo está cambiando. Será el ambiente tan mágico de esta tierra, de esta Galicia de brujas y meigas.


El sueño:

Entro en la casa de Julián y Punki. No es la que yo conozco. Es un piso muy grande en la zona alta de Barcelona, una zona pija. Julián –me digo- ha empezado a triunfar y Punki se ha salido con la suya de vivir en una casa normal, de dar un poco de normalidad a su vida. Justo en el hall, mientras soy recibido por una mujer mulata, ya mayor y muy guapa, que me dice:
-Buenos días, ¿a quién debo anunciar?
-Soy el conde de Saint Germain.
-Un momento. ¿Quiere alguna cosa?
-No, muchas gracias.
-Puede esperar aquí.
Estoy en una habitación con una foto enorme de Mágica en la pared. Bajo la mirada de la foto, lentamente, pues noto que algo viene corriendo. Es Mágica, la real.
-¡Mágica!
La recibo de rodillas pues sé que se va a abalanzar sobre mí, con esa fuerza y calor inusuales, made in Colombia. Nos caemos los dos al suelo, abrazados.
-¡Oscar!
Y me besó en los labios un beso que –pensé- “en unos años voy a tener que recitar todos los mantrams que me sé para no tomarte aquí mismo, mi niña.”
Levanto la mirada y Julián y Punki están en la habitación, sonrientes y guapísimos de la muerte, como tocados por un rayo divino; ¿cómo hace la gente para estar tan guapa? Yo no paro de hacer retiros y ayunos y baños de vapor o en el mar invernal y por las mañanas, cuando me miro en el espejo, parece que un submarino nuclear se haya instalado en mis ojeras, derramando en ellas todo su cargamento venenoso.
-¡Oscar!
-¡El mismísimo Conde de Saint Germain!
-Como casi nadie le ha visto voy a empezar a hacerme pasar por él. Quedará de lo más chic en las fiestas.
-¡Es una idea genial!
Julián siempre ha alentado mis excentricidades.
-Vamos a la terraza, Oscar, qué alegría verte. Hacía siglos...
-No tanto, apenas tres meses. Ni eso. Cuando terminó el Campo de Invierno de Stephan estuve con vosotros en vuestro local de la calle del Tigre y hablamos de lo de Sitges, ¿recuerdas? Parece que habéis estado en una máquina del tiempo.
-Casi. Ha ido todo tan rápido... Al poco de irte tú aquel día, llamaron a Julián para una fiesta en la que iba a estar el Príncipe de Asturias. Ya sabes que Julián ha trabajado varias veces para la Casa Real.
-Ya...
A Punki, como a casi todos los latinos, los reyes y todo ese rollo les pone, no sé por qué. Julián es mago. Uno de los buenos. Con su aspecto de dandi que no ha dado palo al agua en su vida es capaz de hacer desaparecer cualquier cosa delante de tus ojos sin que te des cuenta.
-Lo sé.
-Pues hizo el trabajo y la gente se volvió loca. Julián estuvo enorme, como nunca. Había muchos famosos, actores... ¡Estaba Eva!
-¿Ah, sí?
Eva es Eva H, la popular presentadora de televisión y actriz de comedia y cabaret. Estuvimos juntos cinco años. Punki seguía:
-En esa fiesta Julián consiguió cinco trabajos más, todos por una pasta y con famosos. El resto te lo puedes imaginar. Nos trasladamos hace un mes.
-La casa es genial.
-Tengo tantas cosas que contarte. Vamos, te enseño la casa. Es una monada.
Y allá fuimos: Julián y Punki delante y Mágica agarrada a mi mano, con la cabeza girada hacia mí, y yo hacia ella.


21 de la Luna Resonante.[9]

Hola de nuevo. Día de resaca para reencontrarme con esto. Con una pantalla que me muestra garabatos escritos por mí, que a veces me diseccionan sin piedad o son graciosos o emocionantes. He leído el sueño este de arriba y corregido algunas cosas y me he reído, a veces, como cuando me hago anunciar como el conde de Saint Germain. De verdad que hago cosas como esta, o peores. La anormalidad ha sido siempre para mí una fuente de energía inagotable y constante.


22 de la Luna Resonante.[10] Once de la noche.

Poco a poco. Llevo en Valladolid apenas diez días. Diez días limpiando la desastrosa casa de Gonzalo para convertirla en Gyoku. En la primera Gyoku. Y está bien que así sea pues en esta ciudad nací.
Lo primero que hicimos en la casa fue vaciar el salón para convertirlo en dojo. Eso lo hicimos muy rápido. Gonzalo es un buen recipiente para la Vía. Está tan quemado del mundo “normal” como yo. Y nos complementamos bien. Hace ya una semana larga que hacemos zazen en este dojo.
Me voy a la habitación. Época de transición con respecto al libro. Me estoy adaptando a esta nueva situación aquí, en esta fría ciudad. Noto pocas resistencias al Plan. Y pido a Dios que siga así.
Pita, un antiguo monje zen de esta ciudad y que mantuvo un dojo aquí durante nueve años, nos ha cedido todo el material del dojo: zafus, zafutones, campanas, mokugyo… Esto está muy bien.
Y Jesús, un maestro de yoga amigo de Gonzalo, me ha pedido que haga una introducción al zazen en su centro. Esto también está muy bien pues así conseguiremos atraer gente al zazen y al dojo.
Esta es una línea de trabajo que ya he iniciado. Enseñar el zazen en centros cívicos, en bibliotecas, en la cárcel de Villanubla... Me apetece mucho. Y lo voy a hacer bien y tranquilo pues está esta casa como centro. Hacía muchos años que no tenía una casa. Y me sienta muy bien. Mi signo en el horóscopo azteca es Casa. Soy muy bueno dando calor a un hogar. Y que Gonzalo haya traído aquí todas las cosas de su tienda desaparecida, le ha venido de muerte al Plan pues la casa está llena de antiguos kakemonos, grabados, lacas, muebles… todo de Japón.
Y mientras espero volver a tener el mismo tono que tenía en la montaña, con Esther, he comenzado a pasar al computador lo escrito el año pasado en Shorinji. Me da un poco de pereza pero es bien necesario para el libro y para recuperarme como escritor. Como decía Picasso: “Si viene la inspiración, que me pille trabajando”.

Hasta mañana.


[1] Dos de la Luna Resonante: 11 de enero de 2007.
[2] Tres de la Luna Resonante: 12 de enero de 2007.
[3] Sanscrito: La antigua lengua india de la literatura religiosa.
[4] Tamayo: Entre 1992 y 1994, Karton Boulevard Imberica grabó en este estudio-tienda sus tres primeras maquetas, llamadas por ellos “piedras”.
[5] Segueta: Pequeña sierra utilizada en marquetería.
[6] Om Nahama Shivaya: Hágase tu voluntad.
[7] Ocho de la Luna Resonante: 17 de enero de 2007.
[8] Diez de la Luna Resonante: 19 de enero de 2007.
[9] 21 de la Luna Resonante: 30 de enero de 2007.
[10] 22 de la Luna Resonante: 31 de enero de 2007.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola me gusta el misticismo y veo que tambien a ti te dejo mi correo para compartir ideas hmartinsc@gmail.com